Los nudges o empujoncitos, parten de asumir la existencia de límites a la racionalidad (miserias cognitivas) y de un papel relevante de las emociones y las normas sociales en la configuración de la conducta humana.
El nudge como tecnología, herramienta o mecanismo básico de las políticas conductuales se asienta en los hallazgos teóricos que, obtenidos por otras disciplinas como la economía del comportamiento, la neurociencia, la sociología, la psicología y la antropología, cuestionan el modelo racional como base para entender la acción individual socialmente orientada.
Ya en 2014 se identificaron 51 países donde el Gobierno central estaba llevando adelante iniciativas políticas influidas por los nudges y 132 donde se estaban aplicando aunque no fueran coordinadas por los Gobiernos centrales (lo que representa el 60% de los países a nivel mundial).
Numerosas investigaciones presentan evidencia sobre cómo, aún en el plano ético, pequeñas intervenciones en el contexto de una decisión pueden tener un impacto relevante en el resultado de las mismas.
“Necesitamos una nudge para tomar decisiones que son difíciles e infrecuentes, cuyo efecto o impacto no se hace sentir de forma inmediata, o cuando no pueden traducirse aspectos de la situación a términos que se entiendan fácilmente.” Thaler y Sunstein
Intentando averiguar por qué a veces personas honestas quedan envueltas en conductas deshonestas, Nina Mazar, On Amir y Dan Ariely, autores del paper «Casi honesto: motivos internos y externos para la honestidad», propusieron un modelo interpretativo, la “Teoría del mantenimiento de la auto-imagen”. Según ésta, las personas tenemos un sistema de recompensas internas que se debate entre dos motivaciones competitivas: obtener beneficios personales por hacer trampa, y mantener nuestra auto-imagen de honestidad.
De acuerdo con esta teoría, estamos dispuestos a aceptar un cierto nivel de conductas deshonestas, en la medida que consigamos reescribir la situación manteniendo suficientemente íntegra nuestra auto-imagen.
Numerosos investigadores sobre los nudges coinciden y reconocen la importancia de las miserias cognitivas de la gente real, que es: impulsiva, tiene atención limitada, solo detecta aquello que se destaca, procrastina, sobrevalora el corto plazo y su consumo presente, subestima los riesgos, procesa la información de forma asimétrica, es irrealistamente optimista, tiene aversión a la pérdida por encima del deseo de ganancia, se mueve muy a menudo por una heurística de afectos antes que por números, se equivoca de modo predecible, es inestable en sus preferencias, sucumbe a la inercia y tiene problemas de autocontrol.
Teniendo en cuenta todas estas características, los nudges no utilizan prohibiciones, mandatos o incentivos económicos, sino que buscan orientar la conducta incentivando la autoconciencia y la racionalidad de los sujetos o los modelos mentales, normas y sentimientos de pertenencia social. Se enfocan alternativamente en resultados, acciones, moldes mentales y/o preferencias.
Un ejemplo de nudge que busca cambiar los resultados de una acción creando mayor bienestar sin afectar las creencias o acciones de las personas, son las cláusulas por defecto (default option) utilizadas para incrementar la donación de órganos o para afiliar automáticamente a los trabajadores a un plan de pensiones.
Un informe de la OCDE (2017) agrupa más de 120 experiencias según el área de política pública que afectan: protección de consumidores, educación, energía, medioambiente, productos financieros, salud y seguridad, mercado laboral, provisión de servicios públicos, recaudación impositiva y telecomunicaciones. En igual sentido, el reporte del BIT (2015) expone 150 experimentos controlados diferenciando el área de política que involucra: crecimiento económico y mercado laboral, salud y bienestar, derechos de los consumidores, juventud, educación, política interna, donación y voluntariado, energía y sostenibilidad, y desarrollo internacional.
Otra posible taxonomía se podría trazar atendiendo a cómo funciona un nudge: si es informativa y aumenta el número de opciones de los individuos, si es cláusula por defecto y busca trabajar sobre la inercia o miseria cognitiva, si busca activar ciertos afectos o el propio ego, si aborda aspectos subconscientes o atajos cognitivos, etc.
La OCDE ofrece una serie de principios guías que pueden resultar de utilidad para quienes quieran aventurarse en el diseño y la implementación de nudges:
- Diseñar una estrategia de múltiples pasos con un menú de opciones amplio para poder testear luego qué funciona, dónde y con quiénes.
- Usar la información y evidencia disponibles para diseñar un plan y una muestra experimental donde aplicar nudges.
- Comprobar la posibilidad de replicar los resultados (validez interna y externa).
- Tener conciencia de en qué grupos o segmentos las políticas funcionan y en cuáles no.
- Monitoreo constante y evaluación de los efectos a corto, mediano y largo plazo.
- Publicación de resultados a fin de ganar en transparencia y rendición de cuentas.
Fuente:
Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 68, Jun. 2017