Según la ONU, en los procesos con alta presencia de liderazgo colaborativo, las personas analizan las diferencias de un modo constructivo, comparten recursos, intercambian información y actividades, buscan soluciones creativas para los nuevos retos, mejoran su capacidad de beneficiarse mutuamente y de luchar por propósitos comunes compartiendo riesgos, recompensas y responsabilidades.
El artículo Garantizar un liderazgo colaborativo, de ONU Mujeres, indica que los actores responsables de facilitar la colaboración deben trabajar para crear un entorno propicio para la participación, la resolución de problemas y la toma de decisiones, de modo que los participantes compartan la responsabilidad y sientan como propios los resultados colectivos. Esto exige un cambio mental y práctico desde métodos más tradicionales (y más fáciles) de liderazgo por autoridad a métodos de liderazgo colaborativo.
Rasgos colaborativos según las neurociencias
Un estudio realizado por la Phd. Camelia Ilie, Chair del Centro de Liderazgo Colaborativo y de la Mujer de Incae Business School destaca dos características de la conformación neurológica de las mujeres que refuerzan la idea de que el cerebro femenino adhiere a un modelo de procesamiento mental colaborativo:
– La existencia de más de neuronas en las áreas de lenguaje da a las mujeres mayor capacidad de comunicación. La presencia de zonas más grandes en el hipocampo asociadas con las emociones y la memoria, le confieren una capacidad innata para expresar emociones y desarrollar empatía.
– La presencia de menos circuitos neuronales en la amígdala, zona del cerebro donde se activan respuestas ante el peligro y comportamientos agresivos, hacen a las mujeres menos propensas a la confrontación.
El liderazgo colaborativo de la mujer contribuye a construir la “affectio societatis” (2)
La diversidad de género potencia un equipo de liderazgo equilibrado, que reúne las mejores cualidades de ambos géneros en una complementariedad que estimula el desarrollo de equipos más creativos, más innovadores y capaces de obtener mejores resultados.
Las mujeres son naturalmente líderes empáticas y colaborativas, lo que ayuda a elevar los niveles de conciencia y compasión en los equipos de trabajo. Estos atributos refuerzan la necesidad de contar con más mujeres en directorios para mejorar el gobierno corporativo.
Por otro lado, el cerebro masculino utiliza en mayor grado las secciones analíticas del cerebro para la toma de decisiones. Asimismo, la zona en la que se produce la ansiedad es cuatro veces menor que en las mujeres, por lo cual los hombres tienen una capacidad innata para manejar con mayor eficacia el estrés.
Los estudios sugieren que, aprendiendo los unos de los otros y combinando las capacidades de ambos, la toma de decisiones en equipos mixtos es más efectiva y tiende a generar mejores resultados.
Se ha demostrado que las compañías con tres o más mujeres en sus directorios durante cuatro años obtuvieron, en promedio, mejores resultados que las empresas sin ninguna mujer en sus directorios o juntas directivas.
“La mujer con su estilo empático, habilidad de generar consenso, estilo de liderazgo cooperador, dotes para controlar procesos, capacidad de medir riesgos tomando en cuenta a todos los stakeholders aporta un enorme beneficio, que se pierde cuando se masculiniza.” Mariela Dabbah (1), autora del bestseller Poder de mujer.
Contar con integrantes femeninos en las posiciones de liderazgo y alta dirección no es una cuestión de cuotas o de justicia: es un imperativo para hacer sustentable todo tipo de organizaciones.
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(1) Mariela Dabbah es la creadora del Red ShoeMovement, surgido en Nueva York. En casi cuatro años el RSM se extendió a 145 países con la consigna de vestir zapatos rojos los martes en apoyo al desarrollo profesional e igualdad de oportunidades para todas las mujeres en el mercado laboral
(2) La affectio societatis (afecto social) es la colaboración interesada activa no sólo en los aportes de cada uno de los socios sino también en la actuación en la administración y gobierno de los intereses sociales, consciente e igualitaria para la consecución de la finalidad común. Consiste en la voluntad de cada socio de adecuar su conducta y sus intereses personales, egoístas y no coincidentes, a las necesidades comunes de la organización, para que ella pueda cumplir su objeto, esta colaboración exige la conducta leal del socio traducida en el respeto del interés social.
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