Cuando un ejecutivo se calza el traje de número uno para llevar las riendas de una compañía, sabe que la cuenta regresiva ha comenzado: por delante, le esperan entre 18 y 24 meses críticos, en los que cualquier error puede costarle el cargo y dejarlo afuera de la empresa.

Prof. Alejandro Carrera

Prof. Alejandro Carrera director de la Cátedra PwC de Gobierno de Organizaciones del IAE Business School – Argentina

 

Para los que transitan su primera experiencia al frente de una organización, lo fundamental es que reciban coaching con la mayor antelación posible al momento de la asunción.

Es que, según explica Alejandro Carrera, director de la cátedra PwC de Gobierno de Organizaciones del IAE Business School, «los recién llegados con menos experiencia en cargos de número uno tienen una cobertura muy amplia dentro del mapa de tareas, lo cual se da sobre todo porque no disponen de un equipo de trabajo propio.
El líder hereda un equipo y hasta que no se siente cómodo está muy «hands on» en todo. Tiene que atender un abanico de tareas porque no confía en nadie. Y, en paralelo, ir armando su grupo. Recién cuando termina, empieza a poner el foco en aquellas cosas que él cree que son particularmente sus prioridades», detalla el profesor.
El promedio de tiempo que un número uno permanece en el puesto se acorta cada vez más. Antes era quince años y ahora, en cambio, son ocho. Sobre todo en las empresas que cotizan en bolsa y no son familiares, ya que hay que rendir cuentas de inmediato y no existen lazos sanguíneos de por medio.
Según el estudio «El valor agregado de la alta dirección» realizado entre 68 directivos de multinacionales, la edad promedio de un CEO es de 48,9 años y posee, de media, 11 años de experiencia en el cargo.
Al respecto, Carrera destaca que dicha edad promedio es alta porque para los puestos clave hoy las compañías están volviendo a buscar gente con mayor experiencia, en entornos económicos y financieros adversos.
«En el actual contexto inflacionario, con remembranza ochentosa, los ejecutivos que rondan los 50 años tienen una importante ventaja competitiva por sobre los de 35, ya que poseen experiencia de gestión en escenarios similares y reflejos para no cometer errores muy elementales», enfatiza Carrera.
Entre sus hallazgos, la investigación, realizada por el área de Política de Empresa del IAE junto a PwC, destaca que:

– Con los años y la experiencia los directivos enfocan más su trabajo, seleccionando las actividades que priorizan en su agenda. Esta conclusión es más contundente en los mayores, particularmente en la conducción de sus colaboradores y en la armonización de los stakeholders (grupos de interés).

– Los más jóvenes son los que menos entienden su trabajo (en promedio) y priorizan en su agenda la definición de los negocios y el control de gestión.

– Los CEO con menos experiencia en el cargo ponen un mayor foco en el desarrollo del pensamiento estratégico dentro de la organización y entienden, en mayor medida que los números uno más seniors, la importancia de promover e impulsar los procesos de cambio, actividad que también ejecutan en mayor proporción.

Al respecto, Carrera hace hincapié en que hay un aprendizaje en la tarea.
«No es lo mismo ser un número uno recién llegado al cargo que tener diez años de experiencia, en términos de cómo administran su tiempo y dónde ponen el foco de su trabajo», diferencia.
Y observa que la configuración institucional, es decir el hecho de darle un contexto interno y externo a la empresa para que los empleados se enfoquen en su trabajo, es una obligación que la reconocen como propia pero que en la práctica no la ejecutan -o lo hacen en una escala menor- cuando, en realidad,es la tarea menos delegable de todas.
No obstante, Carrera encuentra una justificación a esta falencia en el entorno económico actual: «Por la situación económica y la incertidumbre, es normal que a los ejecutivos se les acorte la vista, todo lo que hacen es mucho más cortoplacista y depende de cual sea el negocio será en lo que se tienen que concentrar».
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